sábado, 1 de junio de 2013

Eterno.



Apaga la luz para ver con claridad la grisácea niebla que envolvía sus cristales. La noche es su punto de partida, su final, su mundo a parte. Asomada a la ventana con un brazo cubriendo sus senos y otro recogiendo su cabello, impidiendo que se lo lleve el viento. Su mirada se pierde y se intercambia con la tez blanca de la luna; el momento estaba apunto de llegar. Recien vestida, se lanza a los brazos de la niebla, la abraza con añoranza, acaricia su pelo como si de seda se tratara. Entristecida se halla y camina hasta un ancho lago. Se sienta a la orilla y sus pies desnudos dibujan ondas en el lago. De repente la ceguera la invade, contrayendo todos los músculos de su cuerpo. Aspira su aroma, apartando su esponjoso pelo hacia el hombro opuesto. Siente la carne de unos besos disfrazados de pasión acumulada, cierra los ojos como si quisiera la eternidad en ese momento. Baja su blusa con mucha suavidad, como si sus dedos acariciaran su piel pintándola sobre un lienzo de pura lujuria. El deseo le invade, penetra en su interior cual huracán arrasando todos sus instintos. Ella se tumba sobre un lecho de hierba cálida, con sus dedos entrelazados con los suyos; no hablan, tampoco hace falta. Apoya su cabeza sobre su pecho sin dejar de mirarle, buscando sus ojos; no los encuentra. La hace cosquillas con una pluma ensangrentada que sacó del bolsillo de su camisa, escribe su marca muy despacio por todo su cuerpo... ensangrentado. Se unen sus labios, sus lenguas se desatan en lo que fue un amor para la eternidad; por mucho que la prohibición sacudiera sus vidas, estaban condenados a amarse eternamente. Ella se exhalta, el calor se apodera de ellos, desnudos... convulsionando mientras las caricias viajan a través del aire hasta llegar a su destino. Sus latidos, bombeados como una locomotora a toda máquina iban pereciendo, más lejanos, menos sonoros... más silenciosos. Sus pupilas se clavaron en la luna y hablaba con ella, la gritaba, se arrastraba poco a poco hacia ella mientras sentía la humedad de su sangre rodeando todo su cuerpo. Y lamiendo la ultima gota de la sangre de su amada, acabó su camino en los brazos de su Diosa. Y en la lejanía... un disparo de la nada apagó las luces que rodeaban la laguna, y su amor se hizo eterno.

Bruja.